miércoles, 3 de noviembre de 2010

De verdad, que no lo sé.

Esto era un hombre que no sabía combinar. 
Llevaba sudaderas naranjas con camisetas rojas, sudaderas rojas con camisetas naranjas,
estampados con rayas, rayas con estampados,
camisas de gala con pantalones rasgados, cuellos de pico con redondos, etc. 
Las peores pintas dentro de lo medianamente normal. 
Pero, no sé, de verdad que no lo sé, si era su mirada abierta de par en par en dirección a su alma que iba a clavarse directamente a lo más profundo del corazón o, quizá, esa monda de naranja con una fila de dientes no perfectos. Esa sonrisa que salía cuando menos la esperabas pero, a la vez, sentías que llevas con ella en la memoria toda la vida y sino lo estaba, ya no saldrá.
Y no sé, de verdad que no sé, qué tiene ese hombre extravagante con su pelo despeinado de persona ajetreada, ojeras a causa de más de un día sin dormir... Puede causar este sumo interés en una niña, como aún lo soy yo.
Sentarme en primera fila y pasar años escucharle decir, cantar, narrar, recitar... Palabras. Que ni siquiera muchas son suyas, sería un sueño.
Podría estar admir-ando y vel-ando porque esa media sonrisa no desaparezca.
Y sí, es llegar a casa, quitarme el vestido y palestina, ponerme medio pijama, tirarme en la cama con pantalones, botas y todo prácticamente, a escribir sobre él, esa persona extraña que por una aun más extraña razón también, no me deja de sorprender.

Nami!

2 comentarios:

  1. mmmmmmm...
    si tú quieres, hablamos con él, estoy seguro que podré con-vencer-le...
    para que seas su asesora de imagen.

    Eso sí, creo conocerle, y aviso de antemano: dudo que consigas que se peine!

    Muak!

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  2. mmm... Hablemos con él. Le invitaremos a un café.
    No quiero que cambie absolutamente nada de sus pintas, sólo le pediré que siga sonriendo y dejarme aprender de él, aunque solo sea mirándole.

    Muak!

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