Era una espina con historia, la que más pasaba desapercibida a el mundo, pero la que más dolía, sólo que era un dolor constante al que me había acostumbrado, a veces pinchaba fuerte pero, normalmente, era un pinchazo tenue que con el paso del tiempo, verla ya no me provocaba siquiera las ganas de sacarla.
Y, ahora, el cierre de la historia con un abrazo bien deseado hace que esa herida, ya casi ausente, sea el inicio de una (re)amistad. Otro comienzo que parte de un comienzo.
Lo que debía hacer.
Nami!