lunes, 19 de diciembre de 2011

Conciertos

Dar de ti hasta el último suspiro, la última bocanada de aire, la última nota... Un examen donde se disfruta y el jurado es el público, la nota los aplausos y tú misma.
Es una entrega total al público en cuerpo, alma y mente. Es demostrarles a ellos, a los que te escuchan, a los que te sienten de qué estáis hechos tú y tu música, tú y tu vida, tú.
Te fusionas por unos minutos con lo único y en el instante que te pertenece, que sale de tus adentros y se proyecta aquí y más allá. Cada nota o silencio es importante, es necesaria.
Y, entonces, cuando sientes que vas a caer, te apoyas en la tónica, sucediéndola los segundos de suspensión hasta que la relajación de tu cuerpo da por concluida la obra.
Los segundos siguientes permaneces ausente, con una sonrisa de oreja a oreja, habiendo sentido quizá las mejores sensaciones mientras hacías que la música fluyera por tu cuerpo. En seguida, te entregas al público y agradeces que te escuchen, aplaudan, entiendan... Que te sientan.
Quizá, después de ti vayan varios artistas más que harán que el público se centre en diversas melodías y la tuya deje de ser el primer plano. Tú, por supuesto, disfrutas del resto y observas al intérprete que ahora, está sintiendo lo que tú sentías un rato antes pero diferente.
En ti, en tus venas, sigue fluyendo la subida de adrenalina que te da cantar ante un número de personas, la melodía que interpretaste y la sensación que ella te deja.
Cada vez que interpretas algo, dónde sea, delante de quién sea o sola, sientes como creces o quizá mengua, dependiendo de la melodía y lo que te produzca pero siempre te saca adelante y da igual dónde te atasques. Te saca.

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