domingo, 13 de noviembre de 2011

Otro año más.

Otro año más, con todo lo que ello conlleva, como es cumplir años. Ha habido cambios, evoluciones, sonrisas, lágrimas y de todo pero ella, cómo siempre, ha estado presente, apoyando, luchando y soñando. Deseando que todo pase, que la malo pase, que lo bueno se mantenga. Sabe de sobra que no puede manipular qué se detiene y qué sigue su curso por eso, prefiere aplicarse esa letra de canción que dice: "lo malo se va, lo bueno se acaba y sólo nos queda aquello que tú hagas". No la conoce, pero lo demuestra cada día, minuto, segundo... 
Como para todas las abuelas, no hay palabras malas que las definan a parte de su forma de echar en cara que no vas a verla cuando estás allí pero eso, es tan comprensible como que yo no pueda ir a verla.
Hoy la he visto, y he de decir que no podría calcular cuantos años tiene porque yo la veo igual que el año pasado, que el anterior, que el anterior y el anterior, aún así, y aunque ese sea mi trabajo, no notar como pasan los años por su cuerpo, rostro y alma, he de decir que cada día la veo mejor: más fuerte, más viva. Y aunque este texto no sea tan emotivo como el del año pasado, sólo puedo decirle que: ¡ole sus narices, sus años y su vida!
Te quiero, abuela. No puedes hacerte a la idea de cuánto porque yo no tengo tiempo para demostrártelo.


Nami!


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